miércoles, 11 de junio de 2014

"In memoriam" Enrique Morís. S.T.T.L.

Este jueves 12 de junio, habrá en el instituto un acto de homenaje en memoria del añorado Enrique.
Ya dejamos en este blog una pequeña reseña el día de su fallecimiento, pero hoy quisiera añadir algo más.

Hace un millón de años, fui alumna de este centro. Ser enviado a la Jefatura de Estudios era en aquellos tiempos, algo excepcional y temible. Solo las alumnas -entonces era un instituto femenino- que hubieran sido sorprendidas en flagrante delito (fumando, por ejemplo) eran remitidas a la presencia del Jefe de Estudios, que imponía un castigo inapelable y siempre refrendado, cuando no incrementado, por los padres.
Pero llegó don Armando. Era mi profesor de Lengua y Literatura; un gran profesor y una excelente persona a la que admiré y quise, como todas mis compañeras. Era imposible no hacerlo. Con él, la Jefatura de Estudios se convirtió en un lugar al que también se acudía a pedir consejo, a hacer sugerencias, a buscar apoyo para el viaje de fin de curso. Ya no era el Tártaro.

Tras muchos años, volví al instituto, ahora como profesora.  El centro no había cambiado mucho, sus "habitantes" sí. Casi todos. Porque cuando conocí a Enrique Morís, no pude evitar compararlo con mi admirado don Armando y enseguida comprendí que tenían muchos puntos en común. Ambos eran personas buenas, positivas y acogedoras. Nada más lejos de su carácter que la arrogancia o el desdén. Les resultaba mucho más difícil reprender que felicitar, rechazar que apoyar. No daba miedo acudir a Jefatura.

Antes de saber el motivo por el que acudías a su despacho, la sonrisa acogedora de Morís te daba la confianza necesaria para plantearle cualquier cuestión. Era una persona afable por naturaleza, que jamás hacía valer su condición de Jefe de Estudios de modo intimidatorio o prepotente; nunca con los profesores, mucho menos con los alumnos. A la pregunta: "¿Tienes un minuto...?", Enrique respondía invariablemente: "¡Claro, pasa!... A ver,... ¿qué me cuentas?". Y al final te ibas con la seguridad de que te había escuchado, había entendido tus razones y, si las compartía, buscaría la solución o, por lo menos, lo intentaría. Tenía la capacidad de encontrar siempre un lado positivo y enfrentaba las dificultades, ofreciéndose él el primero para plantarles cara: "No te preocupes, yo me quedo, yo te ayudo, yo te busco..." o "...  todavía no sé cómo, pero ya intentaremos arreglarlo de alguna manera".

¡Qué fácil era hablar con Morís! Lo mismo ante un café durante un descanso, que en plena "crisis" de horarios y grupos. Sonrisa sincera, actitud amigable y ... "¡Pasa!... A ver, ... ¿qué me cuentas?".

En algún capítulo de los Simpsons creo haber visto un diccionario en el que, en vez de una definición, a cada término se asociaba una imagen. La fotografía de Enrique ocuparía sin duda la entrada de "amable", que así ilustra el diccionario: (Del lat. amabilis) adj. Digno de ser amado// 2. Complaciente, afectuoso.


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