Hace unos años propuse en la CCP (por ahí andará el acta correspondiente) ofrecer a los alumnos de bachillerato, especialmente a los del científico, una asignatura que les introdujera en el conocimiento de los términos provenientes del latín y el griego, que presumiblemente iban a convertirse en su herramienta de trabajo fundamental.
Medicina, Biología, Física, ... todas son disciplinas cuyo léxico específico es en gran medida de origen griego o latino y los planes de estudio actuales ni de lejos se plantean cubrir esa - creo yo- grave carencia. Me parecía que les sería de enorme utilidad y además se divertirían al saber qué relaciona un calamar con un dolor de cabeza o una piedra en el riñón con las matemáticas. Me hubiera encantado ver la cara que ponían al averiguar que "ailuropoda melanoleuca", término científico para designar al oso panda, se traduciría literalmente por algo así como "pie de gato blanquinegro". Quienes cursaran esta asignatura relacionarían con facilidad hematíes, hematomas y hemoglobina y sonreirían divertidos ante la metedura de pata de quien habla de "misógenos" pues la equipararían enseguida con la de alguien que llamara "genecólogo" al especialista correspondiente.
Seguimos utilizando esas dos "lenguas muertas" que se resisten a morir. Y es curioso que sea el ámbito científico el que más y, probablemente, mejor utilice lexemas y afijos grecolatinos, incluso para descubrimientos recientes o avances novedosos que así tienen asegurada la comprensión inmediata de toda la comunidad internacional: Si acaba en -itis es una inflamación, si contiene lito, es una piedra, si aparece galact- ... es la leche. Lo entenderá al momento un científico islandés, un alemán o un escocés.
"Hygieia" (la diosa de la salud) G. Klimt |
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