Después de la comida de compañeros del viernes pasado, rica y divertida, con música alegre, discurso ligero, canto a coro y flores para todos, os dejo aquí mi última despedida, esta ya sí que muy muy pero que muy seria, leída en el claustro del viernes 28 junio 2024:
Queridos compañeros: Mis 37 años de docencia dan para una abuela cebolleta, pero mi historia es igual que la vuestra, con increíble riqueza de todo tipo: alumnos de todas las edades y condiciones, compañeros de mil maneras y personalidades, demasiadas materias “afines” a la mía, provincias distintas recorridas por obra y gracia del MEC, variedad de leyes educativas… Pero no contaré nada de eso. Lo que voy a hacer ahora es aprovechar que me estáis escuchando para dejaros cinco respuestas clave con las que se pueden deshacer otras tantas afirmaciones que se dicen, incluso delante de mí, sobre mi querida materia, el Griego antiguo. Y os pido, por favor, que las uséis en caso necesario.
1ª afirmación: El griego es una lengua que solo se habla en Grecia.
El griego moderno se habla en Grecia y en Chipre y en algunos territorios poblados por griegos en la diáspora, pero el griego antiguo es la lengua de los dioses, es internacional y tenéis la suerte de que lo estáis hablando todos los días, por ejemplo cuando decimos Economía, Matemáticas, Historia, Biología, Química, Física, Filosofía, Geografía, Geología, Tecnología, Plástica, Anatomía, Música, por poner sólo algunos ejemplos de palabras griegas que acarrean una larga tradición de estudio de estos saberes precisamente empezando por los antiguos griegos. No os ofendáis los profes de materias que no he nombrado, las asignaturas con nombres latinos también comenzaron su andadura en Grecia, y los romanos son los herederos de la inmortal cultura griega y la han transmitido a través del latín.
2ª. El griego es inútil.
Entender la verdad de las palabras es interesante, pero sobre todo el griego es el camino hacia lo mejor que ha escrito el ser humano, y lo mejor que ha escrito el hombre lo ha escrito en griego. Los bellísimos textos literarios y filosóficos y los muy reveladores textos científicos son el camino para acercarnos a los antiguos sabios. Un chaval del instituto que estudia dos años de griego no conseguirá aún leerlos en versión original, pero tampoco muchos alumnos que estudian inglés leerán a Shakespeare, y otros que estudian matemáticas y física no construirán un cohete. Pero hay que abrir caminos, no cerrarlos. En Grecia está nuestro origen, como también lo está en su lengua, en su mitología, en su manera de habitar el territorio y en sus formas de organización política y social. De ella venimos, si bien no siempre somos conscientes.
3ª. El griego está anticuado, no interesa a los jóvenes.
Querámoslo o no, somos de alguna manera hijos de esa lengua. Podemos practicar nuestra ingratitud y olvidar las fuentes de las que procedemos, obviando la importancia de las humanidades e ignorando las simientes de las que han nacido nuestros logros. O podemos ejercitarnos en la lealtad y aceptar amorosamente nuestra deuda con una lengua que de algún modo sigue siendo nuestra porque nos ha constituido. Haremos el mundo más nuestro si afinamos más nuestra capacidad para leerlo en griego. Y a los jóvenes les seduce esta gratitud y saber de dónde son.
4ª. El griego es un rollo, los chavales se aburren.
Es una lengua que no ha dejado nunca de seducir a hombres y mujeres de todas las épocas y de todos los lugares, por su hermosura, su elegancia y sobre todo por su rareza. El griego es irremediablemente distinto, por eso sentimos una especie de añoranza de él, como si fuera una historia de amor que nunca hemos vivido, sino siempre anhelado.
5ª afirmación, esta última me cuesta hasta decirla: El griego es una lengua muerta.
El griego es la lengua más vital y fértil de todas y sigue dando origen a nuevas palabras que son el caballo sobre el que cabalgan ideas antiguas que conforman nuestro pensamiento. El griego es una lengua antigua, como antiguos son los vestigios arqueológicos que visitamos en los museos, su valor humano es incalculable, y curiosamente, las palabras son mucho más resistentes que los objetos y los humanos hacemos que vuelen de boca en boca. Es una obligación moral mantener viva esta lengua que parece tener solo una hora de vida, como un ser vivo cubierto de rocío. Resulta ser inmortal, pero debemos cuidarla entre todos. Las lenguas clásicas son un arma de construcción masiva universal, hay que usarlas.
Tengo que ser honrada y citar a las personas que me han ayudado con sus palabras a expresar mis ideas de una forma más bella de lo que yo soy capaz. Son Marguerite Yourcenar, Anne Carson, Irene Vallejo, Andrea Marcolongo, Pedro Olalla, Emilio del Río y Concha Buika.
Gracias. Esther Castro