Estimada Sra. Beard:
Hemos recibido con gran alegría
su elección como premio Princesa de Asturias de Humanidades, no solo por el merecido
reconocimiento a su trabajo, sino también porque con él se contribuye a poner
un muy necesario foco de luz sobre el mundo clásico: Grecia y Roma, el latín y
el griego existen y se valora su estudio. O, al menos, se ha valorado a alguien
que dedica su vida a su estudio y difusión. Su entusiasmo, su sentido del humor
y su facilidad para difundir con amenidad y rigor asuntos antiguos, pero
siempre actuales y vivos, no habrán sido los argumentos de menos peso que el
jurado habrá tenido en consideración.
Como quizá sepa, en España, las
continuas reformas educativas no han conseguido mejorar la situación de la
enseñanza, (francamente, tengo serias dudas de que ése fuera el objetivo de
cualquiera de ellas) sino más bien lo contrario, pues han contribuido todas
ellas a aumentar desconfianzas y añadir incertidumbres.
En lo que a las lenguas clásicas
atañe, hace ya años que subsisten solo como materias siempre optativas y en una
situación tan precaria que suelen estar al albur de la voluntad de equipos
directivos y miembros de la administración. Generalmente, si mantenerlas no
supone inversión en personal, no molesta a nadie y no complica los horarios, se
mantienen; en otro caso, dependen a menudo de la "sensibilidad" de
quienes los elaboran. En efecto, en muchas ocasiones ocupan cargos decisivos en
la enseñanza, aquellos que fueron alumnos de un sistema educativo en el que las
lenguas clásicas ya estaban tan esquinadas que ni habían reparado en su
existencia. ¿Cómo se va a valorar lo que se desconoce? ¿Quién va a defender
aquello cuya existencia ignora?
Por eso, Sra. Beard, me parece
muy importante que se le haya otorgado este premio. Nuestro instituto celebrará
a comienzos del curso próximo, su cincuentenario. Fue inaugurado hace ya diez
lustros para acoger solo a niñas; entre las asignaturas figuraba entonces
alguna referida a labores del hogar (algo que no aparecía, claro, en los centros
de alumnado masculino) y la fachada exhibía sin remedio, los obligados símbolos
franquistas. Pero también supo convertirse en un centro con grandes logros en
competiciones deportivas y elevada calidad en los estudios que se impartían. Aquí
se hacían obras de teatro y exposiciones, viajes de estudios que merecían tal denominación
y se proyectaban películas, se utilizaban medios audiovisuales …
Tempus fugit. Han pasado 50 años.
Ya no hay un águila en la fachada ni labores del hogar en el curriculum, pero
el instituto Doña Jimena sigue aquí, ahora con chicos y chicas de procedencias
diversas ( hay más de 20 nacionalidades conviviendo en estas aulas), confiando
en que lo que sucede cada día en su interior contribuya a mejorar en alguna
medida el exterior. Y algunos seguimos pensando que el latín y el griego tienen
mucho que aportar en esa tarea.
Quizá el hecho de que usted,
experta conocedora de la vigencia permanente de la Antigüedad clásica y
profesora respetada e influyente, venga a Asturias justamente el año en que
este instituto cumple 50 años de vida, no sea una casualidad, sino un motivo
perfecto para que alguien vuelva a mirar al griego y al latín como lo que
siempre han sido: dos pilares básicos en cualquier formación de calidad.
¡Enhorabuena, Sra. Beard! Y gracias por compartir sus conocimientos,
por contagiar su entusiasmo y por ilusionar a tanta gente que se ha acercado
bajo su influencia, al maravilloso mundo de la Antigüedad clásica para
comprobar cuán cerca continúa.
Muy buena la carta, gracias por escribirla.
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